Una fuente importante de nuestras actitudes es obvia: las adquirimos
de otras personas a través del proceso de aprendizaje social. En otras palabras,
muchas de nuestras apreciaciones son adquiridas en situaciones en las cuales interactuamos
con otros o simplemente mientras observamos su comportamiento. Tal
aprendizaje sucede a través de varios procesos.
CONDICIONAMIENTO CLÁSICO:APRENDIZAJE BASADO EN LA ASOCIACIÓN. Cuando un
estímulo precede regularmente a otro, el que sucede primero puede pronto convertirse
en una señal para el que ocurre después. Este es uno de los principios básicos
de la psicología. En otras palabras, cuando el primer estímulo aparece, los
individuos esperan la aparición del segundo, el cual le seguirá pronto. Como resultado,
los individuos adquieren gradualmente el mismo tipo de reacciones hacia el
primer estímulo, que tenían hacia el segundo, especialmente si el segundo induce
reacciones muy fuertes y automáticas. Por ejemplo, mi radio despertador emite un
alto «click» antes de que la alarma empiece a sonar. Al principio, yo no reaccionaba
a dicho sonido. Pero ahora debido a que ha sido asociado muchas veces con lo que
sigue (música alta) usualmente me despierto cuando lo oigo incluso antes de que
empiece la música.
¿Qué tiene que ver este proceso —conocido como condicionamiento clásico—
con la formación de actitudes? Potencialmente mucho. Para ver cómo este proceso
puede influir sobre las actitudes en condiciones de la vida real, imagina la siguiente
escena: un niño ve a su madre frunciendo el ceño y mostrando otros signos de desagrado
cada vez que la madre se encuentra con un miembro de un grupo étnico específico.
Al principio, el niño es neutral hacia los miembros de este grupo y hacia sus características visibles (es decir, color de la piel, estilo de vestimenta, acento). Después
estas claves son asociadas muchas veces con las reacciones emocionales negativas
de la madre. Sucede entonces el condicionamiento clásico y el niño comienza
a reaccionar negativamente a estos estímulos —y a los miembros de este grupo
étnico (véase Figura 4.3). El resultado: el niño adquiere una actitud negativa hacia
tales personas —una actitud que puede formar el núcleo central de un auténtico
prejuicio étnico (En el Capítulo 6 examinaremos con detalle el tema del prejuicio.)
Los estudios indican, como dato relevante, que el condicionamiento clásico
puede suceder por debajo del nivel de atención consciente —incluso cuando la gente
no se da cuenta del estímulo que sirve como base para este tipo de condicionamiento—.
Por ejemplo, en un experimento sobre este tema (Krosnick et al., 1992)
los estudiantes observaron fotografías de una persona desconocida realizando actividades
rutinarias de la vida diaria tales como comprar en el supermercado o caminar
en su apartamento. Mientras se mostraban estas fotografías, se presentaban de
manera muy rápida otras que se sabía inducían sentimientos positivos o negativos
—se hacía tan rápidamente que los participantes no se dieron cuenta de su presencia—.
Un grupo fue expuesto a fotografías que inducían sentimientos positivos
(es decir, una boda, gente jugando a las cartas y riendo), mientras que otro grupo fue
expuesto a fotografías que inducían sentimientos negativos (por ejemplo, una operación
a corazón abierto, un hombre lobo). Luego ambos grupos expresaron sus actitudes
hacia el desconocido. Los resultados indicaron que a pesar de que los
participantes no fueron conscientes del segundo grupo de fotografías (aquellas presentadas
muy rápidamente) estos estímulos influyeron significativamente sobre
sus actitudes hacia el desconocido. Aquellos expuestos a las fotografías positivas
expresaron actitudes más favorables hacia esta persona en comparación a los que
fueron expuestos a las fotografías negativas. Estos hallazgos sugieren que las actitudes
pueden ser influidas por el condicionamiento subliminal —condicionamiento
clásico que sucede en ausencia de una atención conciente al estímulo implicado
CONDICIONAMIENTO INSTRUMENTAL: APRENDER A MANTENER LOS PUNTOS DE VISTA
«CORRECTOS». ¿Has oído alguna vez a un niño de tres años de edad decir con gran
convicción que es de izquierdas o de derechas?, ¿o decir que los coches Ford (o
Honda) son mejores que los Seat (o los Toyota)? Los niños de esta edad comprenden
muy poco lo que significan estas afirmaciones. Aun así, todos hacen lo mismo.
¿Por qué? La respuesta es obvia: han sido alabados y premiados por sus padres de
varias maneras por hacer tales afirmaciones. Como seguramente sabrás, los comportamientos
seguidos por resultados positivos se ven fortalecidos y tienden a repetirse.
En contraste, los comportamientos seguidos de resultados negativos son
debilitados y al final suprimidos. Por tanto, otra manera en que adquirimos actitudes
de los otros es a través del proceso de condicionamiento instrumental. Los
padres (y otros adultos) juegan un rol activo moldeando las actitudes de los más jóvenes
recompensando con sonrisas, aprobaciones o abrazos a los niños para establecer
así las posiciones «correctas» —aquellas que los mismos padres favorecen.
Es por esta razón que los niños hasta los diez años de edad expresan posiciones
políticas, religiosas o sociales muy similares a las de su familia. Dado el efecto poderoso
del reforzamiento en el comportamiento, sería asombroso si no lo hicieran.
APRENDIZAJE OBSERVACIONAL:APRENDER A TRAVÉS DEL EJEMPLO. Un tercer proceso
a través del cual se forman las actitudes puede funcionar incluso cuando los padres
no quieren transmitir visiones específicas a sus hijos. Este proceso es el aprendizaje
observacional y sucede cuando los individuos adquieren nuevas formas de comportamiento
simplemente a través de la observación de las acciones de los demás
(por ejemplo, Bandura, 1997). El aprendizaje observacional parece jugar un rol importante
en lo que a formación de actitudes se refiere. En muchos casos, los niños oyen
decir cosas a sus padres inapropiadas para sus oídos, o los observan realizando acciones
que luego les piden que ellos no hagan. Por ejemplo, los padres que fuman previenen
a sus hijos contra este hábito, incluso cuando ellos encienden un cigarrillo
(véase Figura 4.4). ¿Qué mensaje adquiere el niño de estas situaciones? La evidencia
es clara: a menudo aprenden a hacer lo que sus padres hacen y no lo que dicen.
Además tanto niños como adultos adquieren actitudes producto de la exposición
a los medios de comunicación —televisión, revistas, películas, etc.—. Por ejemplo,
en muchas de las películas americanas, los personajes hacen ahora uso de unas palabras que en el pasado eran consideradas inaceptables en muchas situaciones.
El resultado: las personas menores de treinta años, que han crecido viendo estas pelí-
culas, no las cuestionan, cosa que sí hacen las personas de mayor edad.
COMPARACIÓN SOCIAL Y FORMACIÓN DE ACTITUDES: UNA BASE PARA EL APRENDIZAJE
OBSERVACIONAL. Quizás estás deseando saber: ¿por qué los niños —e incluso los
adultos— adoptan las actitudes que otros expresan o los comportamientos mostrados
por estas personas? Una respuesta implica el mecanismo de la comparación
social —nuestra tendencia a compararnos con otros para determinar si nuestro
punto de vista sobre la realidad social es o no correcto (Festinger, 1954)—. En la
medida en que nuestras visiones estén de acuerdo con las de otros, concluimos que
nuestras ideas y actitudes son adecuadas; después de todo, si otros mantienen las
mismas perspectivas, estas perspectivas deben ser correctas. Debido a este proceso
con frecuencia cambiamos nuestras actitudes con el fin de tener puntos de vista
más cercanos a los de los demás. Y en algunas ocasiones, la comparación social
puede contribuir a la formación de nuevas actitudes. Por ejemplo, imagina que oyes
manifestar a personas que te agradan y que respetas actitudes negativas hacia un
grupo con el cual tú no has tenido contacto. ¿Podría esto influir en tus actitudes?
Es tentador decir, «¡absolutamente no!». Sin embargo, los hallazgos de las investigaciones
indican que oír a otros expresar actitudes negativas acerca de un grupo
puede de hecho llevarnos a adoptar actitudes similares —sin haber conocido a ningún
miembro del grupo en cuestión (por ejemplo, Maio, Esses y Bell, 1994; Shaver,
1993)—. En tales casos, las actitudes son moldeadas por la información social proveniente
de otros (lo que vemos que ellos hacen o dicen), junto con nuestro deseo
de ser similares a gente que nos agrada o respetamos.
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