viernes, 13 de mayo de 2016

Factores genéticos: algunos hallazgos sorprendentes

¿Podemos heredar nuestras actitudes o al menos una tendencia a desarrollar ciertas perspectivas sobre varios temas? Es probable que tu primera respuesta sea «¡No!». Mientras rápidamente aceptamos el hecho de que los factores genéticos pueden influir nuestro peso, color de ojos y otros rasgos físicos, la idea de que también pueden jugar un rol en nuestra forma de pensar parece extraño. Aun así, si recordamos que el pensamiento ocurre en el cerebro y que la estructura cerebral, como otras partes de nuestro cuerpo, está afectada por factores genéticos, la idea de las influencias genéticas sobre las actitudes se hace quizás más fácil de imaginar. De hecho, un pequeño pero creciente cuerpo de evidencias indican que los factores genéticos pueden en realidad jugar algún rol, aunque pequeño, en las actitudes (por ejemplo, Arvey et al., 1989, Keller et al., 1992). La mayoría de esta evidencia incluye las comparaciones entre gemelos idénticos (monocigótico) y los no idénticos o mellizos (dicigótico). Dado que los gemelos idénticos comparten la misma herencia genética, mientras que los gemelos no idénticos no la comparten, correlaciones mayores entre las actitudes de los idénticos (en comparación con los no idénticos) podrían sugerir que los factores genéticos juegan un rol en moldear dichas actitudes. Esto es lo que se ha encontrado precisamente: las actitudes de gemelos idénticos correlacionan más alto que las actitudes de los no idénticos (por ejemplo, Waller et al., 1990). Más aún, este es el caso incluso si los gemelos han sido separados en la infancia y han crecido a partir de entonces en ambientes diferentes (véase Figura 4.5; Bouchard et al., 1992; Hershberger, Lichtenstein y Knox, 1994). Bajo estas condiciones, una mayor similitud entre las actitudes de los gemelos idénticos no pueden ser atribuidas al hecho de que los factores ambientales son más similares para los gemelos idénticos. Otros resultados sugieren, aunque no de manera tan concluyente, que los factores genéticos juegan un rol mayor en moldear algunas actitudes más que otras,en otras palabras, algunas actitudes son más heredables que otras. Aunque es demasiado pronto para acercarse a conclusiones definitivas, algunos hallazgos sugieren que las actitudes relacionadas con preferencias (es decir, preferencia por cierto estilo de música o por tipos específicos de comida) pueden estar más fuertemente influidas por factores genéticos que las actitudes que son de naturaleza más cognitiva (es decir, actitudes acerca de temas complejos tales como la pena capital o sobre situaciones y objetos con los cuales los individuos han tenido poca experiencia directa, tales como grupos sociales con los cuales han tenido poco o ningún contacto, Tesser, 1993). Asimismo, parece que las actitudes que son altamente heredables pueden ser más difíciles de cambiar que aquellas que no lo son y, además, que pueden ejercer efectos mayores sobre el comportamiento (por ejemplo, Crelia y Tesser, 1998). Por ejemplo, parece que nos agradan más los extraños que expresan actitudes similares a las nuestras cuando estas actitudes son altamente heredables en comparación a cuando no lo son (Tesser, 1993). Volveremos a este punto más adelante cuando analicemos los efectos de las actitudes sobre la conducta. Pero, ¿cómo pueden ocurrir tales efectos?, ¿cómo pueden los factores genéticos influir sobre nuestras actitudes? Una posibilidad es que los factores genéticos influyen sobre las disposiciones más generales, tales como la tendencia a experimentar principalmente emociones positivas o negativas —estar en un estado de ánimo positivo o negativo la mayor parte del tiempo (George, 1990)—. A su vez, tales tendencias pueden influir sobre las evaluaciones de muchos aspectos del mundo social. Por ejemplo, un individuo que tiende a estar la mayor parte del tiempo de buen ánimo puede tender a expresar un alto nivel de satisfacción laboral, sin importar dónde trabaje; en contraste, alguien que tiende a estar la mayor parte del tiempo de mal humor puede tender a expresar actitudes más negativas prácticamente en cualquier lugar de trabajo. Sólo el tiempo y el desarrollo de otras investigaciones nos permitirán determinar si los factores genéticos influyen sobre las actitudes y de qué forma lo hacen. Pero dado que tales factores parecen influir sobre muchos otros aspectos de la conducta y del pensamiento social, desde nuestra elección de pareja hasta la agresión (por ejemplo, Buss, 1999), la mayoría de los psicólogos sociales ya no ve como algo extraño o improbable la idea de que las actitudes también pueden estar sujetas a tales influencias.
Funciones de la actitud: ¿por qué nos formamos nuestras actitudes en el primer momento? Es obvio que poseemos muchas actitudes; de hecho, se puede afirmar que rara vez somos completamente neutrales hacia algún aspecto del mundo que nos rodea. Pero, ¿por qué nos interesa formar las muchas actitudes que cada uno de nosotros tiene? En cierto sentido, las actitudes pueden ser vistas como reacciones casi automáticas hacia el mundo que nos rodea; como señalamos antes, las investigaciones, que emplean técnicas sofisticadas para observar la actividad en el cerebro humano, sugieren que parece que clasificamos como positivos o negativos los estímulos con los que nos encontramos casi de manera inmediata (por ejemplo, Ito et al., 1998). Pero aparte de esto, las actitudes cumplen otras funciones de utilidad. Primero, las actitudes parecen operar como esquemas —marcos mentales que nos ayudan a interpretar y procesar muchos tipos de información—. Más aún, ellas matizan fuertemente nuestras percepciones y pensamientos acerca de temas, personas, objetos o grupos a los cuales hacen referencia. Por ejemplo, los resultados de las investigaciones indican que vemos como más convincente y adecuada la información que ofrece soporte a nuestras actitudes que la información que las refuta (por ejemplo, Munro y Ditto, 1997). Sin embargo y de manera sorprendente, recordamos mejor la información que refuta nuestras actitudes que la información que las apoya (Eagly et al., 2000). (Tendremos más que decir sobre tales efectos en una sección posterior.) De igual manera, percibimos a las fuentes que proporcionan evidencia contraria a nuestros puntos de vista como altamente dudosas ––sesgadas y no confiables (por ejemplo, Giner-Sorolla y Chaiken, 1994, 1997). En suma, las actitudes son útiles en términos de que nos ayudan a darle sentido a nuestro mundo social aunque, como otros marcos cognitivos y atajos mentales, pueden conducirnos algunas veces por mal camino. Además de esta función cognitiva (la utilidad de las actitudes para organizar e interpretar la información social), las actitudes juegan también muchos otros roles (por ejemplo, Shavitt, 1989, 1990). Primero, nos permiten expresar nuestros valores centrales o creencias —una función de autoexpresión o autoidentidad—. Por ejemplo, si ser polí- ticamente liberal es crucial para tu autoidentidad, encontrarás importante tener actitudes pro ambientales porque te permitirán expresar tus creencias centrales. Segundo, a menudo las actitudes cumplen una función de autoestima, ayudándonos a mantener o realzar nuestros sentimientos de confianza hacia nosotros mismos. Por ejemplo, mucha gente tiene la creencia de que las actitudes que ellos 130 CAPÍTULO 4 / ACTITUDES www.ablongman.com/baronbyrne ■ Las actitudes son evaluaciones de cualquier aspecto del mundo social.A menudo las actitudes son ambivalentes —evaluamos el objeto de la actitud tanto positiva como negativamente. ■ Con frecuencia, las actitudes se adquieren de otras personas a través del aprendizaje social.Tal aprendizaje puede consistir en el condicionamiento clásico, el condicionamiento instrumental o el aprendizaje observacional. ■ Las actitudes también se pueden formar sobre la base de la comparación social —nuestra tendencia a compararnos con otros para determinar si nuestra perspectiva de la realidad social es o no correcta. Para ser similares a otros individuos a quienes respetamos o que nos agradan con frecuencia aceptamos sus actitudes. ■ Los estudios realizados con gemelos idénticos sugieren que las actitudes pueden también estar influidas por factores genéticos aunque la magnitud de tales efectos varíe mucho para diferentes actitudes. PUNTOS CLAVE poseen son las «correctas» —las que la gente inteligente, culta y sensible debería tener—. Expresar estas perspectivas algunas veces ayuda a las personas a sentirse superiores a los demás. Y hablando del yo, las actitudes algunas veces también cumplen una función de autodefensa (Katz, 1960), ayudando a la gente a protegerse de información no deseada acerca de ellos mismos. Por ejemplo, muchas personas de mente bastante estrecha expresan que están en contra del prejuicio y la discriminación. Hacer tales afirmaciones les permite protegerse de verse a sí mismos como individuos altamente prejuiciados, lo que en realidad son. Por último, las actitudes a menudo cumplen una función de motivación a causar buena impresión. Como puedes recordar del Capítulo 2, a menudo deseamos causar una buena impresión en otros y una manera de hacerlo es expresar el punto de vista «correcto» (por ejemplo, Chaiken, Giner-Sorolla y Chen, 1996). Los estudios recientes indican, de manera importante, que en la medida en que las actitudes cumplan esta función, pueden causar un impacto fuerte en el procesamiento de la información social. Tales efectos han sido claramente demostrados por el estudio de Nienhuis, Manstead y Spears (2001). Estos investigadores pensaron que cuando las actitudes cumplen una función de motivación a causar buena impresión, los individuos tenderán a generar argumentos que las fundamenten y que cuanto mayor sea esta función de la actitud, mayores serán los argumentos generados. Para poner a prueba esta predicción, pidieron a los participantes que leyeran un mensaje con argumentos a favor de legalizar las drogas duras. Luego les dijeron a los participantes que deberían defender esta postura ante otra persona. Para variar el nivel de la motivación, a algunos participantes se les dijo que su ejecución de este rol no sería evaluada (motivación baja); a otros se les informó que serían evaluados por otra persona (aquella que intentarían convencer; esta fue la condición de motivación moderada); y a un tercer grupo de participantes se les dijo que su ejecución sería evaluada por el receptor y por otras dos personas más (motivación alta). Después de recibir esta información y después de leer el mensaje, los participantes expusieron sus actitudes e indicaron también en qué medida habían generado nuevos argumentos a favor de esta posición. Como se predijo, aquellos individuos que se encontraban en la condición de motivación alta generaron más argumentos nuevos, e indicaron también que sería muy probable que los usaran para convencer a la otra persona

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